Cuando se habla del auge del pádel en el mundo, es común que los reflectores apunten a los torneos espectaculares, las figuras masculinas del circuito o el crecimiento exponencial de este deporte en Europa. Sin embargo, hay una historia que merece también visibilidad: la de las mujeres que han impulsado —y siguen transformando— este deporte desde todos los frentes. Sí, el pádel femenino es más que una realidad vibrante: es un símbolo de conquista, perseverancia y profesionalización.
Deporte, género y visibilidad: un camino cuesta arriba
Durante décadas, la historia del deporte ha tenido un sesgo de género. Las mujeres fueron excluidas de ciertas disciplinas, enfrentaron obstáculos para acceder a recursos, entrenadores y espacios de juego y además tuvieron problemas para ganar credibilidad. El pádel, aunque más joven que otros deportes, no fue la excepción.
En sus inicios en México en los años 70, el pádel era una actividad recreativa limitada a ciertos círculos sociales. No fue hasta los años noventa que algunas mujeres comenzaron a destacar en el circuito profesional, pero con una presencia marginal en comparación con sus pares masculinos. Figuras pioneras como la española Icíar Montes, nueve veces campeona del mundo, jugaron un papel estelar desde la raqueta, aunque aún más desde la representación, ya que demostraron que el talento femenino tenía el mismo derecho a ocupar la cancha.
El auge del pádel femenino: datos que hablan
Hoy, el escenario es muy distinto. El pádel femenino vive un auténtico boom. En países como España, las licencias federativas femeninas superan las 35,000, duplicando las cifras de hace apenas una década. En Chile, la reserva de canchas por parte de mujeres creció un 70% en un solo año. Y en México, si bien aún hay margen de crecimiento, la expansión de clubes mixtos y torneos femeninos es una señal clara de que las mujeres son protagonistas, no invitadas. Este crecimiento no es casual. Varios factores lo explican:
- El pádel es un deporte inclusivo: a diferencia de otros deportes de raqueta, el pádel tiene una curva de aprendizaje más amigable. Esto ha facilitado que mujeres de todas las edades se animen a practicarlo, ya sea como actividad recreativa o como competencia seria.
- El pádel tiene mayor presencia en medios y redes sociales: si bien la brecha aún existe, cada vez más torneos femeninos son transmitidos por plataformas digitales y las jugadoras profesionales —como Ariana Sánchez (española), Paula Josemaría (española) o Delfina Brea (argentina)— cuentan con comunidades de seguidores que respaldan su carrera.
- El pádel cuenta con clubes y academias lideradas por mujeres: muchas exjugadoras se han convertido en entrenadoras, gestoras deportivas y embajadoras del pádel en sus regiones, creando entornos más diversos y accesibles para las nuevas generaciones.
El protagonismo femenino no se queda únicamente en la cancha. Exjugadoras como Belén Montes (argentina) han asumido cargos ejecutivos en empresas constructoras de pistas o promotoras de eventos internacionales. Otras se han convertido en organizadoras de ligas locales, coaches mentales para deportistas o influencers que inducen el deporte desde redes sociales.
Este fenómeno conecta con una tendencia más amplia: el reconocimiento del deporte como un espacio de desarrollo integral y no de espectáculo nada más. Las mujeres están transformando el pádel porque también están transformando la idea misma de qué significa “ser deportista”.
Los desafíos que siguen en juego
A pesar del crecimiento, aún hay retos por resolver. La brecha salarial entre hombres y mujeres en los circuitos profesionales es significativa. Se puede argumentar que esto tiene que ver con las ganacias generadas por uno y otro género, pero también esto es causado por la cobertura mediática: mientras algunos torneos masculinos gozan de transmisión en prime time, los femeninos siguen dependiendo de esfuerzos alternativos para llegar al público.
Además, persiste la necesidad de diversificar el acceso. Aunque el pádel ha sido catalogado como un deporte accesible, todavía hay barreras geográficas y socioeconómicas que limitan la participación femenina en zonas rurales o con menos infraestructura.
El pádel femenino es hoy sinónimo de avance, pero también de resistencia. Cada punto disputado refleja una batalla ganada fuera de la cancha: por el acceso, la representación y el respeto. No se trata únicamente de trofeos, es sobre abrir caminos, construir referentes y demostrar que el talento no tiene género.
Yo, Eduardo Tovilla, creo firmemente que las mujeres están redefiniendo lo que conlleva jugar pádel. Están transformando las reglas, ampliando el alcance y convirtiendo cada partido en un acto de “aquí estoy”. Sin duda, cuando una mujer entra a la cancha no sólo compite, deja una huella que, con cada golpe, es más difícil de borrar.