Hasta hace pocos años, el pádel era un deporte prácticamente desconocido en Irlanda. Actualmente, es una fiebre que se expande a ritmo acelerado por todo el país. Con más de 60, 000 jugadores activos y una inversión millonaria para construir 100 nuevas pistas antes de que termine el 2025, Irlanda se está posicionando como uno de los epicentros en ascenso de este deporte en Europa.
Pero, ¿por qué el pádel está triunfando en una tierra de tradiciones deportivas tan arraigadas como el rugby o el hurling?
Un deporte fácil de aprender, difícil de soltar
Parte del atractivo del pádel está en su accesibilidad. No requiere habilidades técnicas complejas para comenzar a jugar, es menos exigente físicamente que el tenis y se juega siempre en parejas, lo que le da un fuerte componente social. En Irlanda, este enfoque ha sido un imán para personas de todas las edades que buscan una actividad divertida y dinámica.
Además, la mayoría de las canchas operan bajo el modelo pay & play: se reservan por aplicación sin necesidad de membresía, lo que ha quitado muchas barreras de entrada para quienes nada más quieren probar.
El respaldo de las estrellas y el impulso del sector privado
Otro factor que no pasa desapercibido es el apoyo visible de figuras como Cristiano Ronaldo, David Beckham o Rafael Nadal, quienes han promovido el pádel en distintas partes del mundo. En Irlanda, esta tendencia global se ha traducido en inversiones concretas.
Una de las más ambiciosas es la de la empresa Padel 100, que junto a un fondo sueco invertirá cinco millones de euros para crear un centenar de pistas en ciudades como Dublín, Cork, Limerick y Galway. Este crecimiento apunta a la infraestructura y a la creación de comunidades activas con torneos, ligas escolares y espacios abiertos para todas las edades.
Entre el entusiasmo y los desafíos
Aunque el futuro se ve prometedor, el camino no está libre de obstáculos. El costo de una cancha puede alcanzar los 35, 000 euros y las tarifas actuales de alquiler (40–50 €/hora) limitan su acceso para ciertos sectores. Además, la falta de un organismo oficial que regule el deporte en Irlanda impide el acceso a subsidios estatales, algo que la Federación de Pádel local está tratando de resolver.
Tampoco todos los clubes de tenis tradicionales ven con buenos ojos la llegada de este deporte: la convivencia entre ambas disciplinas ha generado tensiones, sobre todo en lo referente a espacio y prioridades.
Si algo hay que aprender del auge del pádel en Irlanda, es que sin duda estamos frente a un deporte muy versátil, y que la innovación, la inclusión y una buena estrategia de apertura pueden convertirlo en un fenómeno social, más que en sólo una tendencia. A medida que más países siguen este camino, queda claro que el pádel no es una moda: es una nueva forma de conectar, moverse y construir comunidad.